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Estás a punto de leer la historia de un divorcio. Palabras de Diana, 9 años.

historia de un divorcioNo me hace falta recurrir a mi viejo diario para rememorar aquella escena que me marcó para siempre.

No obstante os mentiría si os digo que releer mis pensamientos, adornados con aquella caligrafía infantil, no me continúa poniendo la piel de gallina.

Desde la muerte de mi abuelo, ocurrieron cosas extrañas en casa.

Mi padre pasaba casi todo el día en la oficina, lo habitual. Pero no hacía falta ser un adulto para darse cuenta de que pasaba noches fuera, y que se llevaba cosas en bolsas que pretendía ocultar.

Muchos niños y niñas nos damos cuenta de las cosas

Mis hermanas, de 5 y 6 años de edad, no se daban cuenta de nada. Pero yo, sí. Y el no saber daba rienda suelta a mi imaginación, y eso me aterraba. Me impedía dormir y no me concentraba en el colegio como antes.

Los días pasaban. Todo estaba en calma, demasiado silencio. Las habituales discusiones entre mi padre y mi madre habían cesado radicalmente. A penas se miraban y pretendían fingir, sin mucho éxito, que todo seguía igual.

 

Lo que más nos aproxima a una persona es esa despedida, cuando acabamos separándonos, porque el sentimiento y el juicio no quieren ya marchar juntos; y aporreamos con violencia el muro que la naturaleza ha alzado entre ella y nosotros

Friedrich Nietzsche

 

La aproximación inminente del divorcio

Aquella tarde me armé de valor y decidí obtener las respuestas que nadie me daba. Mi padre vino a casa sorprendentemente pronto y se metió en su habitación, dejando la puerta entornada.

photo-1448582649076-3981753123b5Mi curiosidad me pudo. Salí de puntillas de mi habitación y husmeé en el interior. Mi padre, con una cara muy seria, guardaba parte de su ropa en una gran maleta de piel que acabó por llenarse.

Estaba claro. Se iba a marchar, no había vuelta atrás. Intentó ocultar la bolsa cuando vino a darme un beso en la frente.

– Papá, ¿te vuelves a marchar esta noche a casa de la abuela, para que no esté solita y no tenga miedo, porque el abuelito ya no está?

– Si hija, tengo que ir a hacerle compañía. Pero será cuestión de días, hasta que esté menos triste, contestó sin a penas mirarme a los ojos.

– Entiendo papá.

Tras la despedida vi a cámara lenta como se iba alejando hasta atravesar la puerta de casa. Sentí miedo, pena, rabia. ¿Por qué nadie me decía la verdad?

 

Tristeza, rabia, recuerdos grabados a fuego

Entonces corrí hacia él con todas mis fuerzas, y una voz fuerte que no sabía muy bien de dónde provenía le gritó:

– Papá, ¿vas a volver?, exclamé entre lágrimas, apretando los puños.

 – No hija, no voy a volver a casa, dijo mientras se derrumbaba completamente y abandonaba el que hasta entonces fue su hogar, sin mirar atrás.

 

No le culpo a día de hoy por haberse ido así. La situación le pudo. Pero a mí en aquel momento me rompió el corazón en mil pedazos, y ese diario me lo recuerda cada vez que lo abro.

 

historia del conflicto familiarVivir la la historia de un divorcio con 9 años

Con nueve años no sabes a quien acudir para poder expresar todo lo que estás sintiendo. Mis amigas del colegio, ¿entenderían todo lo que estaba viviendo? Tenía miedo de ser el perro verde, pues ninguno de los padres de mis amigas se había separado.

Y mis hermanas, eran demasiado pequeñas. Debía protegerlas, que sufrieran lo menos posible. Por suerte, a penas lo recuerdan.

Si pudiera volver atrás, le habría pedido a mis padres (a quienes adoro) que se sentaran conmigo a hablar para explicarme la situación. Para preguntarme como me sentía. Que no me dejaran tantas semanas con aquella terrible incertidumbre que me comía por dentro, que me hacía sufrir hasta límites insospechados.

Pero ellos no supieron manejar aquella situación tan dolorosa de otra manera, lo hicieron lo mejor que pudieron.

Les faltaron esas herramientas que hoy intento transmitir a todos esos padres y madres que acuden a mí para que les ayude a hacer más fácil lo difícil. Porque de las malas experiencias, a veces nacen vocaciones como la mía. Y por ello siempre estaré agradecida.

Diana, 9 años

(Hoy es una abogada de 31 años que ayuda a familias)