Desgraciadamente esta es una amenaza que los abogados de familia presenciamos, en demasiadas ocasiones, cuando nos encontramos inmersos en lo que algunos llaman «negociaciones», pero que verdaderamente son imposiciones disfrazadas. Una advertencia que muchos llegan a cumplir cuando el otro se niega a aceptar exigencias leoninas, que poco tienen que ver con los hijos.

ACEPTA MIS CONDICIONES O IREMOS A LA GUERRA

¿Iremos a la guerra? ¿Qué quiere decir este mensaje? Pues que el emisor está dispuesto a todo con tal de conseguir sus objetivos, incluso a destruir la vida personal, emocional y profesional del otro progenitor.

¿En qué momento se deja de ser madre o padre, para simplemente ser alguien que solo actúa guiado por sus intereses personales, por sus impulsos más bajos? ¿En qué preciso instante los niños pasan a un segundo plano, o mejor dicho, dejan de ser importantes para quienes les dieron la vida?

He llegado a escuchar en boca de estos «falsos padres y madres» que el dolor y la pena que están sufriendo sus hijos son, simplemente, daños colaterales de esta guerra. Que en toda batalla hay víctimas, pero que esto no impedirá que sigan en la lucha, cegados por el rencor, la ambición o la avaricia.

Ellos se hacen llamar madre, o padre, pero no lo son. Dejaron de serlo hace mucho tiempo, cuando decidieron que ganar esta batalla estaba por encima del bienestar de sus hijos.

 

Lo que jamás se debería permitir durante un proceso de divorcio

Lo más grave llega cuando se atraviesa la peligrosa línea roja. Cuando se miente, inventa y confabula para despedazar al otro, a cualquier precio. Cuando esa estrategia viene amparada por alguien que se dice llamar «profesional de la abogacía». Cuando se pasa por encima de los niños, sometiéndoles a una presión emocional que acaba por estallar, estigmatizándoles. Cuando se contamina el procedimiento civil, con graves acusaciones carentes de pruebas. Cuando se denuncia falsamente, para castigar y destruir psicológicamente al otro.

Hay quien inicia esta cruel guerra y cuando comprueba que «está perdiendo», quema su último cartucho, cegado por el odio y la rabia.

Y cuando crees que han ido demasiado lejos (la otra parte y su «asesor»), que reflexionarán y cesarán en su despropósito, compruebas con pavor que continúan hacia delante, atravesando un punto de no retorno que siempre tiene un final trágico para todos.

Entonces recuerdas aquella frase intimidatoria que lanzaron a tu cliente hace unos meses, «o aceptas mis condiciones, o iremos a la guerra», y eres consciente de que el ultimátum se ha hecho realidad.

Cuando te arrastran hasta este extremo, no tienes más opción que defender a tu cliente de estos rastreros y despreciables ataques que injustamente está padeciendo, con la verdad en una mano, y la ley en otra.

No permitiendo que se hunda ante la frustración, el miedo o la vergüenza. Pues las mentiras vertidas, antes o después, salen a la luz.

 

Somos Vestalia DeliaDelia María Rodríguez Rodríguez

Abogada y Mediadora. Socia Directora en Vestalia Asociados

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