Hoy iniciábamos la mañana con una trágica noticia cuyo titular reza así: «Un niño de 11 años mata de un disparo a una niña de 8 en EEUU, por no querer enseñarle su mascota».
Desde luego, semejante suceso no puede dejar a nadie impasible. Ya no solo por las tiernas edades de quienes desgraciadamente lo protagonizan, si no también por el absurdo móvil que señalan como causa del disparo que acabó con la vida de la menor.
¿Niños? ¿Mata de un disparo? ¿No querer enseñarle su mascota? Seguramente más de uno de nosotros hemos interrumpido nuestro café para echarnos las manos a la cabeza, cuestionándonos qué demonios se le habrá pasado por la cabeza a un crío para decidir pegarle un tiro mortal a una compañera de colegio.
Seguidamente te preguntas, con tristeza e indignación, cómo es posible que un niño de 11 años tenga acceso a un arma de fuego. El primer instinto del lector, seguramente sea apuntar como responsables directos a los padre de éste.
Son muchos interrogantes, y la fuente de la noticia no profundiza en ellos. Lo que sí deja entrever es que este hecho no fue algo fortuito.
Parece ser que el menor había estado increpando anteriormente a McKayla Dyer, la menor asesinada, hasta el punto de que la madre de ésta decidió comunicar esta situación al centro escolar.
Informa la noticia que, tras ese toque de atención, el menor la había dejado tranquila, hasta el pasado sábado.
Imagino que pronto detallarán más información al respecto que nos permitirá esclarecer de dónde sacó un niño de 11 años la escopeta que empleó para acabar con la vida de McKayla, aunque imagino que no la adquirió en un supermercado.
También se deberá valorar si el centro escolar tomó las medidas pertinentes, antes y después de que la madre informara del acoso que estaba sufriendo su hija.
O si por el contrario una vez más se le quitó hierro al asunto, velando más por la imagen del colegio que por la de los propios menores, como hemos visto en España en más de una ocasión.
Los colegios son el perfecto caldo de cultivo de situaciones de acoso escolar que, no pocas veces, acaban en tragedia. Por ello, es importante no solo prevenir a través de la educación continua, si no también detectar cuando se están produciendo este tipo de conductas, que prácticamente siempre tienen lugar cuando no hay adultos delante.
En este sentido, se hace imprescindible que educadores, padres y madres estén preparados para saber cuándo se está produciendo acoso escolar en aula, o cuando su hijo/a presenta síntomas propios de quien lo está sufriendo.
Mirar hacia otro lado, no nos resta responsabilidad. El acoso escolar, no es un juego de niños.
Delia M. Rodríguez
Abogada y mediadora, experta en adolescencia