La juventud, aun cuando nadie la combata, halla en sí misma su propio enemigo.
En los últimos tiempos hemos presenciado multitud de noticias que arrojaban datos preocupantes en cuanto al aumento de violencia, presente en los noviazgos entre adolescentes y jóvenes.
Diferentes estudios realizados en los últimos años revelan que el 95,3% de las chicas y el 92,8% de los chicos admiten haber ejercido violencia psicológica sobre sus parejas.
Sin embargo, lo que no dicen las cifras nos aterra todavía más. Ya os contamos en anteriores artículos que todo el equipo de Vestalia Asociados se encuentra muy implicado con esta causa.
Por ello participamos en diferentes centros escolares de la Comunidad de Madrid dónde impartimos formaciones a adolescentes encaminadas a prevenir y detectar situaciones de violencia en el aula, en cualquiera de sus variantes.
No han sido pocas las ocasiones en las que los chicos y chicas, una vez han entrado en confianza, nos confiesan que han ejercido o sufrido humillaciones en privado y también en público, siendo de lo más habitual el control del móvil ajeno y de todos y cada uno de los movimientos de la pareja.
Preguntas como «dónde estás, mándame tu ubicación», «con quien has salido ayer, he visto tus fotos en facebook», «quien es este chico/a que sale contigo en la foto de instagram», «a qué hora has llegado ayer, porque tu última conexión de whatsapp fue a las tantas», «por qué no me contestas. Se que has leído mi mensaje de whatsapp» y un largo etc, son concebidas de forma natural por los adolescentes, normalizando y minimizando ciertas conductas que se han visto alimentadas por las nuevas tecnologías.
Por ello desde el equipo psicológico de Vestalia queremos dedicar diferentes post para ayudar a padres y madres a prevenir este tipo de actitudes, y también a detectarlas, en vuestros hijos o en sus parejas.
Comenzamos con tres puntos que consideramos de vital importancia:
1.- Adaptar la educación a los cambios sociales actuales. La actual revolución tecnológica supone un impacto de tal calibre en todas las áreas vitales de nuestra vida que implica cambios caracterizados por fuertes paradojas como, por ejemplo, la dificultad para entender y comprender lo que sucede frente a la gran cantidad de información disponible, la necesidad de relacionarnos en un contexto cada vez más heterogéneo frente a la incertidumbre sobre la propia identidad, la eliminación de barreras espaciales en la comunicación frente a un riesgo cada vez mayor de aislamiento y exclusión social, entre otras.
Estos cambios afectan de manera especial al adolescente, dado que su tarea primordial es construir una identidad diferenciada y trazar su propio proyecto de vida y futuro.
Tarea que a su vez provoca un alto nivel de incertidumbre, que sumado al que implican los cambios sociales actuales, podría llegar a resultar una tarea difícil de soportar, más aun cuando no se han desarrollado mecanismos de tolerancia a la frustración, la incertidumbre, a la ambigüedad y, no se ha aprendido a vivir el conflicto y la duda como elementos necesarios para el crecimiento personal sino que se trasmiten verdades absolutas, ni se ha aprendido a relativizar el significado que le damos a la realidad.
2.- Fomentar y acompañar en el desarrollo del propio proyecto de vida. La sensación de fracaso escolar y el sentimiento de incertidumbre sobre el futuro laboral, suponen fuentes de preocupación significativas en los adolescentes y son la base de una actitud ante la vida de “el futuro es tan incierto que lo mejor es vivir al día”.
Por ello, es importante ayudar y apoyar al adolescente a definir sus propios proyectos académicos para fomentar el desarrollo de la percepción de autocontrol y decisión sobre la propia vida, decidiendo objetivos y medios para alcanzarlos, incrementando la capacidad de esfuerzo, superando obstáculos.
El sentido del proyecto mejora la calidad de vida y ayuda a fomentar el autoreconocimiento de los éxitos y frustraciones como parte de la misma, lo cual disminuye el riesgo de reaccionar de forma violenta hacia los otros. Se trata de dar un papel más activo al adolescente en su propio aprendizaje.
3.- Prevenir la violencia a través de procedimientos sancionadores. Uno de los objetivos de la disciplina es enseñar a respetar ciertos límites, que mejora cuando las normas son claras, coherentes y se han acordado de manera consensuada siempre y cuando que sea posible.
Hay que tener presente que la impunidad ante la violencia genera más violencia. La disciplina debe contribuir a superar ciertas deficiencias psicológicas que muestran los adolescentes violentos, como son, las dificultades para comprender las consecuencias que su comportamiento produce en los demás, distorsiones emocionales que dificultan el desarrollo de la empatía y les conducen a culpar a la víctima de su propia conducta violenta y, la falta de habilidades para afrontar la tensión y resolver los problemas y conflictos de forma no violenta.
Es decir, la sanción debe contribuir a que el adolescente se ponga en el lugar de la víctima, identifique y comprenda el daño ocasionado para que pueda intentar repararlo y desarrolle mecanismos de afrontamiento alternativos en situaciones similares.
Para evitar que las conductas violentas se repitan, conviene analizar qué función han podido cumplir y cómo desarrollar alternativas de resolución de problemas, porque no olvidemos que detrás de la violencia hay sufrimiento y, con su violencia aumentan las tensiones y conflictos que originaron esa conducta violenta.
Esperamos que esta primera entrega haya sido de vuestro interés, y os invitamos a participar con vuestras reflexiones y hacernos llegar vuestras dudas e inquietudes.
Silvia Cámara
Psicóloga en Vestalia Asociados