Año 1986. Cuando tienes 10 o 12 años todo va bien siempre. O así debe ser.
No tienes preocupaciones, no te importa el futuro, no hay nada a lo que temer. Los finales son felices.
Estás imbuido en cosas banales y entretenidas. O banales y aburridas, da igual.
Sin embargo hay cosas que no sabes porqué las sabes, pero es así, las notas. Sabes cuando las cosas en casa no van bien. Notas que algo pasa entre papá y mamá. No sabes bien el qué, pero sabes que algo no va bien.
Un día te enteras sin querer, tus padres se separan. De repente en tu cabeza se hace un silencio, un vacío, ingravidez. Es algo nuevo, no sabes qué pasará, te asaltan incógnitas.
En aquel tiempo no tenías amigos del cole en tu misma situación, de hecho, al contrario tus amigos te acribillaban a preguntas ante la novedad (la ley del divorcio se aprobó en 1981). Y te sientes perdido.
Supongo que para un padre o madre la sensación ante un divorcio debe ser similar. Desorientación.
Con el transcurso del tiempo y la perspectiva que da, creo que echo en falta hoy, en su momento no lo detecté, que me lo hubieran explicado tranquilamente, que me hubieran sentado frente a ellos y habérmelo contado.
Soy consciente de los esfuerzos que hicieron mis padres para que las inevitables desavenencias personales no fueran evidentes,ni afectaran al resto de la familia. No obstante, pienso que es más positivo tratar un divorcio como un problema de todos, que será resuelto o afrontado (en cierto modo) entre todos.
Un niño es un niño, pero no es tonto. Los niños lo entienden todo, no creo que ante un divorcio aislar al pequeño sea buena idea, hay muchas dudas que resolver, muchas palabras que decir, y mucha ansiedad que disipar.
Hablar, hablar y mantener la calma. Explicar cosas, contar miedos, dar confianza. Por favor, habla con tu hijo, que sepa todo lo posible, evita que haga suposiciones inútiles, que sepa que estarás ahí, que será un cambio, simplemente un cambio, que no es una catástrofe, que sienta tu apoyo.
Lo entenderá todo, dale un tiempo para asumirlo, pero lo entenderá todo, y lo asimilará con más facilidad que un adulto, los niños son más flexibles y están mejor capacitados para los cambios que los adultos. Habla, habla y pregúntale sobre el asunto, dale normalidad a la situación.
No, no es fácil hacerlo, ni esto es una guía, ni pretendo dar lecciones a nadie, pero a mi me ayudaría.
Oscar, 10 años
(Hoy día es un hombre de 39 años de edad, abogado.)