La reflexión calmada y tranquila desenreda todos los nudos.
Harold Macmillan
Un día, aparentemente sin previo aviso, el amor se ha esfumado. Sin embargo, esto es tan solo un espejismo de lo que ha sido la transformación, cambio o deterioro -por muchos y variados motivos- de una relación emocional entre dos personas.
Lo que es seguro es que el amor viene, y el amor se va. Pero los hijos permanecen y son, sin lugar a dudas, un sagrado nexo de unión entre padre y madre que se mantendrá intacto en el tiempo.
Es por ello que cuando por fin tomamos la difícil decisión de separarnos o divorciarnos no debemos perder de vista lo verdaderamente importante: los niños.
Lo sé, no es tarea fácil. Demasiados sentimientos, emociones e intereses en juego que confluyen y confrontan de forma imprevisible y estrepitosa. No obstante, el divorcio sensato debe ser la única opción posible.
Esto es así porque de lo contrario estaremos condenando a nuestros hijos a ser testigos forzosos de una batalla sangrienta que recordarán en su retina y su memoria durante toda la vida. Os lo puedo asegurar, lo veo todos los días, y lo he vivido muy de cerca.
Es innegable que no estamos ante un camino de rosas. Por este motivo precisamente el elegir a un profesional del derecho de familia con el que tengas un feeling especial, en el que confíes plenamente, puede ser determinante para el desarrollo de este proceso, incluso para el resultado.
Debemos despojarnos de la absurda idea que nos lleva a pensar que un abogado con talante conciliador es un profesional «blando» o «condescendiente» o que no velará con el suficiente ahínco por nuestros intereses. Nada más lejos.
Cualquier abogado que se precie intentará, con todas las herramientas que tiene en su poder, allanar el trayecto a su cliente. Y esto incluye tocar la puerta del contrario, escucharle, acercar posturas y negociar hábilmente haciendo ver a la otra parte que HABLAR es la mejor opción que tienen a su alcance. Lo sé, esto tampoco cosa sencilla y muchas veces no nos lo ponen en bandeja precisamente.
La diferencia entre un divorcio sensato, y un divorcio en el que todo vale, es abismal, y las consecuencias de éste último devastadoras: relaciones entre progenitores rotas de por vida, lazos paternofiliales deteriorados, padres/madres e hijos distanciados emocional y/o físicamente, hermanos que se retiran el habla o que son separados, recuerdos dolorosos de los que será difícil desprenderse en el futuro, un coste económico por encima de las posibilidades familiares, y un coste emocional que pasará factura a todos …
¿A alguien con corazón y sentido común puede merecerle la pena semejante escenario dantesco?
Cuando estamos inmersos en una situación de cambio y/o conflicto familiar la frustración, el rencor, el dolor, el agotamiento … Todas esas emociones incontrolables pueden llegar a hacernos perder la perspectiva.
Ello sumado a un mal asesoramiento preventivo, a experiencias de terceros que nada tienen que ver con nuestra historia, a consejos de dudosa moralidad, etc, pueden desembocar en resultados dañinos para toda la familia, muy especialmente para los más inocentes: los niños.
Nuestra capacidad de reacción también es determinante. No esperes a que el conflicto entre tú y tu ex pareja se enrede aún más, pues los problemas difícilmente se solucionan solos. Tampoco prolongues en el tiempo situaciones posteriores a la ruptura sin haberte asesorado previamente, pues puedes estar marcando precedentes que pueden afectar negativamente al procedimiento en un futuro.
Por todo esto merece la pena acudir no a profesionales reputados con apellidos difíciles de pronunciar, si no a personas altamente especializadas en este tipo de conflictos familiares que sean capaces de escuchar tu historia como si fueras el primer y el único de sus clientes.
Que caminen contigo de la mano durante todo el proceso, incluso después del mismo, y te sepan transmitir esa TRANQUILIDAD que tanto necesitas.
Abogada y mediadora
@derechoadelia