Los niños comienzan por amar a los padres. Cuando ya han crecido, los juzgan, y, algunas veces, hasta los perdonan.
Oscar Wilde
Cuando se toma la decisión de separarse o divorciarse de la pareja te sumerges en un torbellino de cambios que pueden llegar a hacernos sentir totalmente perdidos. Las emociones se disparan y el miedo a lo desconocido aflora inevitablemente.
La elección de un profesional capaz de entender las diferentes etapas de un proceso de separación, así como de satisfacer las múltiples necesidades de su cliente, es clave a la hora de enfrentar el proceso repleto de curvas y picos que se avecina.
Siempre recalcamos la importancia de saber escoger a un profesional con experiencia que sea capaz de conciliar y negociar, muy especialmente en esa fase previa en la que podríamos decir que navegamos a la deriva, ya que carecemos de una resolución judicial a la que aferrarnos.
Este periodo en el que aún no existe un auto de medidas provisionales o bien una sentencia de medidas definitivas, puede dilatarse bastante en el tiempo, máxime teniendo en cuenta la sobre carga de trabajo de nuestros juzgados de familia.
Las vacaciones son el escenario perfecto para que las partes, con la ayuda de sus letrados, consigan ponerse de acuerdo, al menos en ese extremo, sin que sus rencillas personales salpiquen a los niños quienes tienen todo el derecho del mundo a disfrutar de ellas con ambos padres.
En estas navidades como abogados y mediadores hemos tenido que intervenir en diferentes situaciones de nuestros clientes en la que se hacía necesario negociar con la parte contraria sobre como transcurrirían los periodos estivales en relación a los hijos.
En la gran mayoría de los casos, hemos conseguido resultados satisfactorios apelando al sentido común y a la generosidad de ambas partes. Sin embargo, lastimosamente, también hemos sido testigos de situaciones verdaderamente tristes, violentas y desagradables en la que los más perjudicados sin duda alguna han sido los menores.
De poco sirve colmar a los niños de regalos y de caprichos en estas fechas si los adultos no son capaces de mantener la cordialidad entre ellos, ni tampoco logran transmitir normalidad.
Lo que marca negativamente a los hijos no es la separación en sí misma, si no cómo los padres y madres la gestionan. Ahí está clave para que todos los miembros de la familia pasen este proceso de cambio vital de la mejor manera posible.
Resulta dramático para quienes nos dedicamos a este ámbito pensar que, a pesar de nuestro esfuerzo, hay niños que pasarán las fiestas lejos de su padre o de su madre. Es injusto para todos, pero al fin y al cabo los inocentes son ellos, los niños.
Ellos, ataviados con su bendita inocencia, no entenderán de ninguna manera porqué en esos días tan especiales y mágicos no podrán estar en compañía de su padre o de su madre.
Tampoco podrán comprender porque sus padres ni siquiera son capaces de hablar o de mirarse a los ojos. Y esto es lo que verdaderamente se quedará grabado a fuego en sus memorias el día de mañana.
Por todo ello, los adultos deben aparcar, aunque sea temporalmente, sus intereses personales y económicos para poder mirar con ojos generosos al otro y velar por lo verdaderamente sagrado: los niños.
Porque la infancia es un dulce suspiro que pasa de puntillas, y no vuelve.
Abogada y Mediadora
@derechoadelia