No diré “no llores” porque no todas las lágrimas son amargas
-J.R.R. Tolkien-
Muchas personas todavía nos emocionamos al recordar el terrible accidente sucedido en la fiesta de Halloween celebrada en Madrid Arena en el año 2012, en el que fallecieron cinco adolescentes, tras una terrible agonía.
A raíz de la segunda jornada del juicio que se esta celebrando, y del que la prensa se esta haciendo eco en estos días, se han difundido unas imágenes inéditas hasta la fecha que muestran el volumen de gente que se agolpaba con desesperación cerca de las salidas del recinto y la angustia vivida por los jóvenes allí presentes.
¿Qué sucedió en el Madrid Arena en 2012?
Decenas de jóvenes intentaban escapar de una muerte segura, siendo muchos de ellos aplastados por la masa humana. También corrieron la misma suerte quienes cesaron en su huida para intentar socorrer a los allí atrapados. Otros fueron presas del pánico, paralizados por el horror que presenciaban impotentes.
Todo lo acontecido invita a reflexionar sobre si es posible reponerse a la perdida de un hijo y en que circunstancias puede resultar más difícil.
Y aunque cada persona experimenta el profundo dolor de la perdida de una manera diferente, conocer las reacciones normales ante la muerte de un hijo puede ayudar a comprender lo que les ocurre a las familias y no añadir sufrimiento al de la muerte de un hijo.
El proceso de duelo
Para empezar hay que tener presente que sentirse triste cuando perdemos a un ser querido, es la respuesta emocional esperada.
No se trata de una enfermedad, se trata del proceso de duelo .
Aunque hay circunstancias que pueden hacer que la evolución del duelo se complique, muy especialmente en pérdidas traumáticas e inesperadas y las situaciones de violencia o trauma psíquico, precisando en muchas ocasiones de ayuda profesional.
La perdida de un hijo tras una larga enfermedad también produce un gran sufrimiento, pero la enfermedad permite ir poco a poco aceptando el desenlace y poner en marcha recursos personales de afrontamiento a la familia.
El psiquiatra y psicoanalista inglés que planteó la Teoría del Apego, John Bowlby, además de aportar que los seres humanos tienen la necesidad básica de formar vínculos afectivos estrechos, plantea un proceso de duelo basado en esta teoría, pero que tiene muchos puntos en común con muchos otros expertos.
Propone cuatro “etapas” o “tareas” fundamentales por las que se pasa en diferentes momentos, a veces simultáneamente, tareas que es necesario realizar para superar una pérdida:
- Embotamiento: La persona puede experimentar dificultad para “darse cuenta” de la perdida, con momentos de tristeza, nerviosismo, malestar físico, temor y confusión. Suele ser la etapa inicial y más breve.
- Anhelo y búsqueda de la figura perdida: Es el momento de “sentirlo”. La tristeza al darse cuenta de la perdida se manifiesta con ansiedad, insomnio y pensamientos reiterativos sobre la persona perdida. Esta etapa puede perdurar y coincidir con las demás.
- Fase de desorganización y desesperanza: Es el momento más difícil, el de “recolocar emocionalmente” a la persona perdida. Es frecuente en este momento analizar cómo y porqué se produjo la muerte, afrontar sentimientos de culpa, el pensamiento de cómo haberlo evitado. Es la etapa en la que se puede producir el sufrimiento más profundo También es la etapa en la que se puede conseguir recordar a la persona fallecida sin que el dolor sea tan profundo que impida al superviviente continuar con su vida, siendo capaces de recordar los buenos momentos, las experiencias compartidas y lo aprendido de la pérdida.
- Fase de Reorganización: En esta etapa, la tarea es aceptar que la pérdida es permanente y poco a poco, “apañárselas” en la nueva situación y seguir adelante afrontando la nueva realidad.
Una vez considerado el proceso de duelo normal, tenemos que tener presente que la muerte de un hijo es la mayor perdida a la que puede enfrentarse una persona y casi siempre la más difícil de superar, más aun si se trata de una perdida traumática e inesperada.
Al perder a un hijo, con el que se establece un fuerte vínculo emocional irreversible, que desde su nacimiento condiciona un cambio de rol en los padres y que transforma su visión del mundo, además de perderle se pierden las expectativas y proyectos de futuro, las fantasías de una vida a su lado, viéndole crecer y creciendo con él.
Sean cuales sean las circunstancias de la perdida, durante el embarazo o cuando es adulto, tras una larga enfermedad o de manera inesperada, estando o no presentes en los últimos momentos, los padres experimentan un profundo dolor acompañado de una sensación de confusión que es difícil de describir y resulta inimaginable para alguien que no lo haya experimentado.
La mayoría de los padres que pierden a un hijo, experimentan además de una profunda tristeza, una crisis personal en la que se cuestionan su escala de valores, su estilo de vida, las circunstancias que rodearon el suceso y hasta su propia vida.
Cómo expresamos nuestros sentimientos
Dependiendo de su propia historia personal, si han tenido o no pérdidas previas, si cuentan con apoyo de otros seres queridos y los recursos personales de cada uno, cada padre enfrenta el duelo de formas diferentes.
Algunos preferirán expresar su dolor, otros aislarse de sus amistades, algunos se refugiaran en la religión o la espiritualidad, otros abandonarán sus creencias.
Además, generalmente la relación de pareja se ve afectada, en algunos casos llegando a la separación de la pareja, porque cada uno puede afrontar la perdida de manera diferente y surgir fricciones por no entender las reacciones o respuestas del otro.
Para sobrellevar el dolor y construir nuevas prioridades, en ocasiones los padres buscan una manera de recordar a su hijo, como dedicar tiempo a las aficiones que le gustaban o compartían, recordar momentos vividos o características de su forma de ser, aunque también en ocasiones pueden emprender una cruzada para buscar justicia por su muerte, lo que dificulta el proceso de duelo normalizado.
El proceso de duelo en pareja
En cuanto a la pareja, juntos se enfrentan a la tarea de conseguir aceptar la perdida, construyendo una nueva realidad con el recuerdo del hijo perdido.
Ambos han cambiado y se ha roto el equilibrio familiar, por lo que además de la impotencia y el remordimiento por no haber podido protegerle, pueden surgir tensiones por el malhumor, irritabilidad y la incomprensión de la respuesta del otro.
Cuando uno de los padres no expresa el dolor por aparentar fortaleza, el otro puede interpretar que no le importa la perdida.
Muchos padres tienen la necesidad de saber porqué murió su hijo, y buscan información de las circunstancias de la muerte, detalles que en ocasiones pueden resultar dolorosos al otro progenitor.
En ocasiones condicionado por dificultades previas de relación, o en función de las experiencias previas de pérdida, uno de los padres se siente culpable, o culpa al otro por no haberle protegido o se culpan mutuamente rompiéndose en ocasiones la relación.
Otros padres logran fortalecer la pareja, comunicándose sus emociones, siendo capaces de ponerse en el lugar del otro y apoyarse emocionalmente, acompasándose en la crianza de otros hijos supervivientes, volviendo a compartir acontecimientos sociales y momentos íntimos y tomando decisiones sobre su nueva forma de vida.
En ocasiones las circunstancias no son favorables para que los padres puedan continuar sus rutinas, no confían ni se apoyan el uno en el otro y tras el cambio en sus vidas tras la pérdida de su hijo, pueden plantearse la separación, momento en el que puede ser de utilidad solicitar asesoramiento legal y mediación familiar.
Cómo proceder y precauciones
Si aparecen comportamientos peligrosos, como consumo de tóxicos, conductas temerarias, o la tristeza o irritabilidad persisten o generan intenso malestar y a persona no consigue retomar su vida puede ser necesario buscar ayuda de profesionales de Salud Mental para afrontarlo juntos.
En el caso del Madrid Arena, como en otros casos mediáticos de perdidas traumáticas, resulta una tarea difícil retomar la rutina.
Al dolor de echar de menos al hijo perdido, sobre todo en momentos especiales como aniversarios y reuniones familiares, se suma el tener presente lo ocurrido por prensa y televisión.
Las imágenes sobre lo ocurrido en este caso, pueden aportar información al proceso judicial, y a los padres pueden ayudarles a comprender y analizar detalladamente qué sucedió, lo que puede facilitar las tareas del duelo, pero después de estos años no hacen sino reactivar el proceso de duelo, pudiendo aparecer nuevamente tristeza, ansiedad, cuestionamiento de las creencias.
Parece difícil en este caso recordar solo los buenos momentos vividos en familia.
Las imágenes difundidas podrían traumatizar a los padres solo por reexperimentar lo sucedido con sus hijas, de una manera tan real.
Consejos para superar la pérdida
Para superar la perdida de un hijo, la pareja debe intentar superar el proceso de duelo juntos, y si no es posible hablar de lo ocurrido, puede ser necesaria ayuda profesional.
Es saludable en estos casos expresar las necesidades, atender a las demandas mutuas, respetando los tiempos de cada uno y llegando a acuerdos, como por ejemplo en relación a los rituales de despedida y homenaje y en el suceso que ha inspirado esta entrada en cuanto a estar presente cuando se emitan las imágenes, o estar atento a lo que prensa y televisión informen.
Sentir un dolor desgarrador por la muerte de un hijo es una respuesta normal, pero cada persona experimenta la perdida de una manera.
Si la pareja esta construida sobre la confianza, el amor y respeto mutuo, podrán continuar con sus vidas sin olvidar a su hijo, cuyo recuerdo les acompañará aunque en algunos momentos se sientan tristes.
Médico Psiquiatra Infantil y Juvenil
@AbiHuertas