Hoy en día resulta difícil ignorar el gran papel que ha adquirido la tecnología en nuestras vidas. Nuestro móvil nos acompaña desde el momento en que nos despierta por la mañana con una irritante melodía, hasta que nos acostamos por la noche leyendo el “Whatsapp” en lugar de una buena novela.
Es indudable que las TICs nos ofrecen un sinfín de comodidades y beneficios. Cubren las necesidades de todo el mundo, desde el que no se orienta ni en su pueblo, pasando por el que no habla ni una palabra del país donde vive, hasta el que no encuentra el amor en el tren de camino a la oficina ni en los bares el fin de semana. ¡Tenemos prácticamente toda la información que necesitamos en solo un “click” a nuestro alcance en la mayor parte del mundo!
No obstante, una sociedad completamente informatizada y entregada a las redes sociales también conlleva numerosas desventajas. Así, un fenómeno preocupante que se ha generado en los últimos años es una mayor presencia de la violencia, de toda índole, en la red. Y no solo es alarmante la situación en sí, sino la víctima potencial de esta violencia: los adolescentes.
Los jóvenes de la denominada “Generación Z”, que comprende aquellos que nacieron entre 1994 y el 2010, han crecido prácticamente de la mano de las nuevas tecnologías, siendo expertos de las redes sociales y autodidactas en numerosos ámbitos. Con el teléfono en la mano, convirtiéndose casi en una extensión de su propio cuerpo, están expuestos a una cantidad incalculable de información y, sus móviles se convierten en un arma potencial, siendo capaces de destruir su propia intimidad o la del resto.
Las TICs resultan el canal perfecto para varios delitos de violencia e en contra y también entre menores de edad, tales como:
El “ciberbullying”, término que se refiere a un comportamiento agresivo o de insultos hacia alguien en la red, el “stalking”, equivalente al acoso en las redes, el “sexting”, explicado como la difusión de imágenes con carácter sexual, y por último la “sextorsión”, que se da cuando un agresor amenaza a la con publicar fotos íntimas de la víctima si esta última no le proporciona lo que le exige.
Además, las nuevas tecnologías se han convertido en el instrumento perfecto para los maltratadores o acosadores, permitiéndoles ejercer un mayor control sobre la víctima, así como una persecución constante que no entiende de distancias ni tiempos. Así, se observan casi a diario casos de jóvenes que se ven obligadas a mandarles numerosas fotos a su pareja para demostrar que efectivamente se encuentran en el lugar donde alegan estar. Y no solo eso, sino que también se ha llegado a convertir en una muestra fehaciente de amor proporcionar las claves de acceso a las redes a su pareja.
Ante el incremento de esta clase de comportamientos, se han incluido en el código penal el delito de acoso y hostigamiento (art. 172 ter CP) junto al delito de divulgación sin su anuencia de imágenes obtenidas con el consentimiento de la víctima (art. 197.7 CP).
A pesar de que una correcta interpretación y aplicación de la ley pueda suponer numerosos avances en la materia se deviene imprescindible actuar a su vez en otros ámbitos, como la educación. Es fundamental una mayor formación de los profesionales de distintos campos que tratan con los menores, así como una mayor conciencia del problema en nuestra sociedad actual, para que las víctimas cuenten con apoyo cercano tanto de sus familias como de sus amigos.
Por otro lado, es clave el trabajo conjunto entre la familia y la escuela, siendo imprescindible que tanto padres como profesores cuenten con la información y herramientas necesarias para poder enseñar a los niños como hacer un uso responsable de internet, así como a evitar los posibles riesgos que entraña, de los cuales hemos hablado en anteriores publicaciones del blog, las cuales os invitamos a leer.
Autora del artículo: Christiane Drummond
Estudiante en prácticas en Vestalia Asociados
Tutora: Delia María Rodríguez
Abogada y Mediadora en Vestalia Asociados