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Cuando una pareja toma la decisión de separarse, surgen cientos de miedos.

El miedo se puede sentir ante un peligro real o imaginario, y genera sensación de angustia. Existen miedos como las fobias pero también, y más característico de la adultez y sobre todo ante un divorcio, es el miedo a creer que ocurrirá un hecho contrario al deseado.

En consulta, muchos pacientes refieren: “tengo miedo que, a partir de ahora, mis hijos no me quieran”. Ese sentimiento de miedo y culpa por la separación hace que muchos padres confundan su rol.

Cuando uno toma la decisión de separarse, debe tener claro que la separación es del cónyuge, jamás debe ser de los hijos.

Teniendo esto claro, hay que saber que las relaciones se construyen con el día a día, y que, los lazos de sangre no necesariamente forman una familia. La familia se conforma con amor, cuidado, cariño, interés, preocupación, afinidad, afecto, atención, protección, armonía y dedicación de tiempo.

Construir una familia y mantener un vínculo emocional fuerte y estable a lo largo del tiempo entre todos sus integrantes, no es fácil. Es por esto que, si uno dedica cuidado, tiempo, amor, juegos, protección e interés por los hijos, poniendo límites cuando sea necesario no hay preocuparse porque “no lo quieran”.

También, se debe priorizar tener una buena relación entre ex cónyuges para favorecer la dinámica familiar con los hijos.

Otros miedos que veo en consulta es a perder la identidad que se tenía: ¿ahora quién soy yo? Hasta este momento yo era en relación a un otro. ¿Y ahora quien soy yo sin mi pareja?

Es normal hacer retrocesos emocionales al pasado, volver a lugares donde se fue feliz. Se debe hacer ese duelo y aceptar la nueva identidad de ser una persona divorciada. Esta nueva identidad trae aparejados nuevos temores como: volver a ser amado, volver a ser feliz, formar nueva pareja, etc.

Para que estos cambios ocurran de la manera más saludable posible se deben cerrar etapas anteriores, relajarse, enfocarse en el presente, en lo que está aconteciendo ahora y permitir que sucedan (no cerrarse en uno mismo y en el pasado).

Hasta ahora hemos hablado de una reconstrucción de la identidad interna, pero también este cambio se hace manifiesto externamente a través del cuerpo y el aspecto. Ejemplos de este cambio externo son los cambios de look, cortes de pelo, aspecto más cuidado, etc.

Los cambios internos y externos que experimentamos se retroalimentan. Si luego del duelo de la separación, los cambios internos experimentados resultan positivos, el aspecto externo será igualmente positivo.

macarena dominguez psicologa vestalia asociadosMacarena Domínguez

Consultora especializada en separaciones