divorcio destructivo¿Cómo es un divorcio destructivo? ¿Será mi divorcio uno destructivo?

Cuando uno toma la decisión de separarse es porque esa decisión es la única salida a un matrimonio donde por lo menos uno de los dos ya no es feliz. Se debe basar en una decisión meditada, sin prisas y con la certeza firme que las cosas entre los dos no funcionan.

Todo divorcio, bajos las circunstancias que sean, provoca un profundo dolor a las personas involucradas y genera un gran impacto en la familia y en cada uno de sus miembros. Ponerle punto final a la vida matrimonial genera una gran cantidad de sentimientos encontrados: causa angustia por la pérdida de seguridad (emocional y económica) que provoca y aparecen sentimientos de vulnerabilidad, frustración y desamor. El divorcio disuelve un matrimonio y separa a la pareja y, a consecuencia, modifica la estructura familiar. Se pierde inicialmente la sensación de seguridad, refugio y contención, ya que lo que acontece internamente provoca sentimientos de confusión, angustia, inseguridad y desprotección.

Todas las personas como consecuencia del divorcio deben hacer un duelo por la separación y la ruptura de la pareja.

Pero además deben hacerlo respecto a los refuerzos positivos que la vida en pareja tenía: conversar con alguien, compartir momentos y actividades, muestras de cariño, atención, regalos, detalles, caricias, elogios, risas, besos, abrazos, etc.

En el proceso de separación, las personas se enfrentan con sentimientos como: negación, tristeza, sentimiento de culpa, miedo a sentirse rechazados a futuro, inseguridad, ansiedad, humillación, sentimiento de abandono, ánimo deprimido, etc. Además de todos estos sentimientos, puede aparecer la ira, sentimiento que genera malestar y desgaste de energía y puede desencadenar una serie de comportamientos peligrosos.

Existen diversas formas de separarse como parejas y las maneras son infinitas. Tomaremos como eje central dos formas en relación a la actitud que toman con sus hijos: algunas parejas preservan a los hijos de los conflictos parentales y otras los involucran colocándolos en el centro de la batalla conyugal. Estas últimas no toman en cuenta las necesidades de los hijos, desprotegiéndolos, y (en la mayor parte de estos casos) forzándoles a empatizar con un padre en detrimento de la relación amorosa con el otro y esto, afecta la relación padre/madre – hijo y si esta actitud se sostiene a lo largo del tiempo puede llegar a generarles conflictos emocionales.

Siguiendo esta modalidad, está lo que se considera un divorcio destructivo: cuando uno de los progenitores pone obstáculos e impide que el otro progenitor tenga contacto con los hijos en común. Esto sucede a menudo en divorcios contenciosos cuando existe una alta conflictividad parental donde no pueden ponerse de acuerdo respecto a temas relacionados con la tenencia de los hijos y el régimen de visitas. Las dos partes manifiestan ira, rabia, frustración, sentimiento de injusticia sin poder pensar en qué es lo mejor para sus hijos.

El enojo también puede surgir por factores económicos, incumplimiento o retraso en el pago de la cuota alimentaria, la no aceptación del descenso de la calidad de vida, celos por una nueva relación de su ex, o porque temen ser sustituidos como padre o como madre. También el nacimiento de un nuevo hijo les hace temer que los propios resulten desplazados.

Resulta importante tanto para los progenitores, como para sus hijos, que la separación sea lo más amistosa posible, estableciendo entre la pareja las condiciones y contratos a través de un divorcio de mutuo acuerdo, pensando en qué es lo mejor para los hijos y que éstos tengan tiempo de calidad con cada uno de los padres.

Macarena Domínguezmacarena dominguez psicologa vestalia asociados

Psicóloga